“La primera parte nos enseñó el Baskonia
que queremos ser. ¿Pero que somos? Lo somos todo, lo bueno y lo malo”. Que gran
frase de Scariolo. De verdad, que grande.
Ayer nuestro Baskonia nos enseñó mucho
bueno, y poco malo, y aún manteniendo los pies en el suelo, nos enseño que es
“capaz”. Creo que la afición necesitaba ver que era capaz, pero sobre todo, los
jugadores necesitaban sentir esa capacidad. La capacidad de vencer a un equipo
como Maccabi. Ayer ya oí las primeras voces (algunas incluso por videopantalla
del marcador) que decían que Maccabi es una banda… ya sabemos como nos las
gastamos en Vitoria, si ganamos, es que el de enfrente es malo… Pero estoy
completamente en desacuerdo. Maccabi es un equipo muy bien construido, con
mucho talento y muchos recursos, tanto en la cancha como en el banquillo. Un
equipazo. Y a ese equipazo se impuso ayer Baskonia.
La puesta en escena fue una explosión de
colores y sabores. La primera parte, de ensueño, nos mostró a un equipo
dinámico, alegre, potente, intenso y rico. Rico en defensa y rico en ataque. La
defensa de ayudas donde la concentración es clave ahogo el juego fluido de
ataque de Maccabi, y el Baskonia, terriblemente equilibrado entre el juego
exterior y el interior, mantenía rentas cómodas. El
triple final de Fernando que dejaba la renta al descanso en 10 puntos era hacer
justicia. El Baskonia fue mucho mejor que el equipo israelita en ese momento.
Del primer cuarto me quedo con todo (lo bueno y lo malo), pero si hay que
mencionar algo, es a Pleiss, que mostró su potencial y demostró que está
capacitado para marcar diferencias en la Euroliga.
La segunda parte, en cambio, fue una
parte en la que tenemos mucho más que analizar, desde todos los puntos de
vista. El Baskonia sacó sus defectos, y los conjugó con sus virtudes, y con la
seña de identidad que quiere poner encima de la mesa…
Arrancó la segunda parte un tanto fría…
sin grandes acciones ni ofensivas ni defensivas por parte de ambos equipos, y
con el aliciente del precioso enfrentamiento que estaban manteniendo Sofo y
Hamilton. Lo reconozco, me pierde el disfrutar de la lucha por la posición al
poste bajo entre dos jugadores de esa envergadura y peso… Si una vez me enamoré
de Fabri Oberto por pegarse con Griffith, para reenamorame después de Tiago
Splitter tras disfrutar de su enfrentamiento con Nikola Pekovic antes de
llevarnos a la final four, ayer me enamoré de Lamont Hamilton por lo mismo.
¡Que espectáculo! Más allá de la
magnifica reacción del americano al tremendo batacazo que se pegó (¿Le hizo
Sofo la cama? Necesito ver el parido repetido), y dejando al margen el
trash talking que adornó los minutos posteriores al trompazo y que me puso los
pelos como escarpias, la lucha baloncestística fue magnífica. Cada lucha por la
posición de de Scorchinitis defendida por Hamilton fue una auténtica batalla de
Sumo de la que Hamilton salió claramente vencedor. Es de justicia que ese
último tiro que mató el partido fuese realizado por Hamilton, y que entrase.
Pero hubo más. Aparte de las variantes
defensivas que nos enseñó Scariolo en la primera parte, en la segunda vimos, al
fin por Vitoria, ¡¡Una zona!! Si señores, a veces ha y equipos que para
disimular sus defectos recurren a la táctica. Digamos que en este caso no salió
muy bien, sobre todo porque Maccabi en ese momento la rompió con dos triples, y
nos reboteó un triple fallado finalizando con una bandeja, pero en fin, me
quedo con la variante que deberá fortalecer Baskonia y que seguro nos
disimulará mucho los problemas defensivos que pueda tener el Chapu con pivots
de mucho más peso.
Hubo muchas más cosas, pero voy a
quedarme con dos: la primera la capacidad del equipo de reponerse al momento en
que Maccabi se puso arriba en el marcador y el equipo estaba atascado. El
Baskonia no perdió ni la calma ni la paciencia, y tuvo la sangre fría de
mantener la compostura defensiva y acertar en un par de acciones que le
devolvieron al partido. Ya lo resaltó Scariolo en la rueda de prensa posterior,
pero creo que todos nos quedamos con ese detalle. Eso sí es carácter…
El último detalle es la decisión de
Scariolo de su quinteto en cancha en los últimos cinco minutos. Tres nombres,
Causeur, que había hecho un gran partido defensivo, aunque no había estado
acertado, relevó a un Jelinek que ayer dejó buenas sensaciones. ¿El motivo?
Claramente defensivo… el segundo nombre es Hamilton por Pleiss. Fue un acierto,
que a la postre mató el partido, pero no era una decisión fácil, sobre todo
porque Pleiss fue uno de los nombres propios del partido. Pero el nombre de la
noche en esos dos últimos minutos fue Thomas Heurtel.
No lo voy a negar. Cuando a falta de
cinco minutos Scariolo decide sentar a Hodge y sacar al base francés, un
escalofrío me recorrió el cuerpo. El partido estaba para gente valiente, y los
dos bases los son, pero reconozco que aún no he vencido mi resistencia a la
osadía de Heurtel y que confío más en el talento de Hodge. Pero cuando te
equivocas, te equivocas, y hay que reconocerlo. Como hay que reconocerle a
Scariolo la valentía de la apuesta y al chaval su desparpajo y acierto en esos
minutos. Sí, Heurtel, el mismo que el año pasado se suicidó contra Maccabi en
el Buesa, fue el responsable de asumir los tiros calientes y sin ventaja que
todo gran equipo requiere, y lo bordó.
Ahora lo que toca es digerir la victoria
(a veces es más difícil digerir las victorias que las derrotas). Queda
muchísimo por delante, y el grupo de la Euroliga se antoja terrorífico (un
rival directo, Lietuvos, venció a PAO). Hay que sudar mucho para entrar al
Top-16, y hay que digerir estas victorias sin euforia desmedida. Eso si, ¡Que
nos quiten lo bailao!
Ganar está bien. Ganar en Euroliga es una
gozada… pero ganar a Maccabi… ¡Ganar a Maccabi es otra movida!
¿Por qué no escribes más a menudo? Es un placer leer tus artículos.
ErantzunEzabatu